lunes, 16 de agosto de 2010

Yoga divino, el yoga del corazón


En la práctica de asana (postura) y pranayama debemos tener la impresión de que trabajamos con lo externo para acercarnos a la realidad interior de nuestra existencia. Así es. Trabajamos desde la periferia hacia el núcleo.

El cuerpo material tiene una realidad práctica accesible. Está aquí y ahora, y podemos hacer algo con él. No obstante, no debemos olvidar que la parte más interna de nuestro ser también intenta ayudarnos. Quiere asomar a la superficie y expresarse.

Por ejemplo en la postura del triángulo (Trikonasana) nos fijamos en que, a causa de la relación de la postura con nuestra anatomía, todos caemos en las mismas trampas. Nuestro cuerpo parece tratar de caer hacia delante. Nuestro cuerpo no quiere abrirse de la manera que vemos en un asana expresada perfectamente, así que nos aplicamos y aprendemos los ajustes que harán que se abra todo el cuerpo. Extendemos y corregimos el brazo, alargamos el pecho y abrimos la pelvis. Pero también, durante el proceso de aprendizaje aplicado, abrimos nuestra mente y nuestra inteligencia. Una abertura es como un portal, y no existe ningún portal por el que sólo puedas entrar pero no salir. Sí, intentamos entrar pero ¿qué es lo que intenta “salir” a nuestro encuentro? Es la luz de la envoltura más íntima de beatitud (ananda) que quiere brillar. Por lo general somos como una lámpara cubierta, nuestra luz interior es invisible. Al crear una abertura se retira la cubierta y la luz de la lámpara puede iluminar el exterior.

También deberíamos considerar hasta qué punto está dispuesto a ayudarnos el corazón de la naturaleza (pakriti). La fuerza vital de la naturaleza es un poder iniciático, una fuerza motriz, una incitación a la creación. Escucha nuestra llamada y la contesta en proporción al valor e intención con la que fue invocada. Responde al empleo de nuestra fuerza de voluntad, de manera que un aspirante entusiasta recibe beneficios más elevados que otro tibio.

Cuando haces un asana correctamente, el Sí-mismo se abre por sí mismo; eso es yoga divino. En ese caso el que realiza el asana es el Sí-mismo, no el cuerpo ni el cerebro. El Sí-mismo incluye a todos y cada uno de los poros de la piel. La disciplina espiritual comienza cuando los ríos de la mente y del cuerpo quedan sumergidos en el mar del núcleo. No existe una disciplina espiritual especial. Cuando hay pasividad, ensimismamiento y tranquilidad en el cuerpo y la mente, no hay que quedarse ahí, sino avanzar. Ahí es donde empieza la experiencia espiritual del yoga.

Sin duda uno puede decir que leer libros sagrados es una práctica espiritual. Pero lo que yo enseño es práctica espiritual en acción. Utilizar el cuerpo para disciplinar la mente y alcanzar el alma. Las asanas cuando se realizan con la intención correcta ayudan a transformar a un individuo, alejando a la persona de una mera consciencia corporal, hacia la consciencia del alma. En realidad, el cuerpo es el arco, el asana la flecha y el alma la diana.

Un asana debe ser honesta y virtuosa. Con honesta quiero decir que debe ser verdadera. No debes engañar o fingir. Debes llenar hasta el último centímetro del cuerpo con el asana, desde el pecho y los brazos hasta las piernas y la punta de los dedos de las manos y los pies, de manera que el asana irradie desde lo más profundo de tu cuerpo y llene todo el diámetro y la circunferencia de tus miembros. Debes sentir tu inteligencia, percepción consciente y tu consciencia en cada centímetro de tu cuerpo.


Con virtuosa quiero decir que debe realizarse con la intención correcta, no por el ego ni para impresionar, sino por el Sí-mismo y para acercarse a Dios. De este modo el asana se convierte en una ofrenda sagrada. Entregamos nuestros egos. Ésta es la suprema devoción por Dios (Ishvara pranidhana)

El asana no debe ser realizada sólo por la mente ni por el cuerpo. Tú debes estar en ella. Tú debes realizar el asana con el alma.

¿Cómo ejecutar un asana con el alma?

Sólo podemos hacerlo con el órgano del cuerpo más cercano al alma: el corazón. Así que un asana virtuosa se realiza desde el corazón y no desde la cabeza. Así no sólo la estás haciendo, sino que estás en ella. Mucha gente intenta pensar cómo llegar al asana, pero lo que hay que hacer es sentirse en ella con amor y devoción. De esta manera trabajarás desde tu corazón y no desde tu cerebro, para crear armonía.

La serenidad en el cuerpo es la señal de la tranquilidad espiritual. Mientras no sientas serenidad en el cuerpo, en todas y cada una de las articulaciones, no habrá posibilidad de emancipación, estarás sometido. Así que mientras estés sudando y dolorido, deja que tu corazón esté ligero y permítele llenar el cuerpo de alegría. No sólo estarás haciéndote libre, sino que también estarás siendo libre. ¿Qué te impide sentirte feliz? El dolor es temporal. La libertad es permanente.


B.K.S. Iyengar y John J. Evans
Extracto de “Luz sobre la vida: Viaje hacia la plenitud, la paz interior y la libertad”

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