miércoles, 20 de enero de 2010

Vivir con la mente y el cuerpo relajados



Vivir con la mente y el cuerpo relajados es nuestro estado natural, un derecho que por nacimiento nos corresponde, y si algo ha hecho que lo olvidemos, no es más que el ritmo de nuestras vidas. Quiénes conservan este arte poseen la clave de la buena salud, la vitalidad y la paz del ánimo, pues la relajación es un tónico de todo el ser, capaz de liberar vastos recursos de energía.

Ese estado de la mente está íntimamente vinculado al estado del cuerpo. Si los músculos están relajados, la mente tiene que estar relajada. Si la mente se angustia, el cuerpo también padece. Toda acción se origina en la mente. Cuando esta recibe un estímulo que la alerta, indicándole la necesidad de acción, envía un mensaje por las vías nerviosas para que los músculos se contraigan, preparándose para ella. En el continuo bullicio y acoso del mundo moderno, la mente está constantemente bombardeada por estímulos, que pueden ser causa de que nos inmovilicemos en una pauta reaccional de alerta perpetuo, conocida como “ataque o fuga”. Como resultado, muchas personas se pasan gran parte de la vida - incluso cuando duermen- en un estado de continua tensión mental y física. Todos tenemos nuestros propios puntos de tensión, ya sea la mandíbula contraída, el ceño fruncido o rigidez en el cuello. Esta tensión innecesaria no sólo es causa de gran incomodidad, sino que también representa un drenaje constante de nuestros recursos energéticos, y es causa principalísima de cansancio y mala salud. Porque, aunque no nos demos cuenta de ello, usamos energía para ordenar a los músculos que se contraigan y también para mantenerlos contraídos.

Una buena relajación abarca tres aspectos: relajación física, mental y espiritual.

La relajación mental y física jamás puede ser completa mientras no se ha alcanzado la paz espiritual, pues en tanto que se identifique uno con su cuerpo y con su mente, seguirá habiendo temores y preocupaciones, cólera y dolor. Relajarse espiritualmente significa desapegarse, convertirse en un testigo del cuerpo y de la mente, con el fin de identificarse con el Sí mismo o Consciencia Pura, que es la fuente de la verdad y la paz que residen en el interior de todos nosotros.

Cuando te relajes sentirás que te fundes, que te expandes, que te vuelves cálido y ligero. Cuando ha desaparecido toda tensión muscular, una suave euforia se adueña de todo el cuerpo. La relajación no es tanto un estado como un proceso, una serie de niveles de profundidad creciente. Es cuestión de dejarse ir, de no seguir autoafirmándose; de no hacer, más bien que de hacer. A medida que relajes todo el cuerpo y respires lenta y profundamente, se producirán ciertos cambios fisiológicos: disminuye el consumo de oxígeno y se elimina menos anhídrido carbónico; la tensión muscular se reduce, y se observa una disminución en la actividad del sistema nervioso simpático y un incremento en la del parasimpático. Incluso unos pocos minutos de relajación profunda reducirán más eficazmente la preocupación y la fatiga que muchas horas de sueño intranquilo.

Lucy Lidell
Extracto de "YOGA, una guía para su práctica"

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