viernes, 10 de junio de 2011

La meditación es volver a casa



Hay en ti dos planos: el plano de lo mental y el plano de lo no mental. O bien, permíteme ponerlo en estos tér­minos: el plano en el cual estás en la periferia de tu ser, y el plano en el cual estás en el centro de tu ser. Todo círculo tiene un centro, que puedes conocer, o no. Tal vez ni siquiera sospeches que hay un centro, pero debe haberlo. Eres una periferia, eres un círculo: hay un centro. Sin un centro, no podrías existir. Hay un núcleo de tu ser. En ese centro, ya eres un Buda, alguien que ya ha llegado al centro. En la periferia, estás en el mundo: en la mente, en los sueños, en los deseos, en las ansiedades, en mil y un juegos. Y eres las dos cosas.

Poco a poco, puedes ir pasando de la periferia al centro y del centro a la periferia, muy suavemente, así como entras y sales de tu casa caminando. No creas una dicotomía. No dices: "Estoy afuera de mi casa, ¿cómo pue­do entrar?" No dices: "Estoy dentro de mi casa, ¿cómo puedo salir?" Hay sol afuera, está cálido y agradable. Te sientas afuera, en el jardín. Luego, ha­ce más y más calor, y comienzas a transpirar. Entonces, ya no es agrada­ble: simplemente, te levantas y entras a la casa. Allí está fresco; no es incó­modo. Ahora, está agradable. Sigues entrando y saliendo.

De la misma manera, un hombre con capacidad de conciencia y de comprensión pasa de la periferia al centro, y del centro a la periferia. No se queda estancado en ningún lugar. De la plaza comercial al monasterio, del sansar al sannya, de estar extro­vertido a estar introvertido. Sigue mo­viéndose continuamente, pues éstas son sus dos alas, no se oponen. Pue­den estar equilibradas en direcciones opuestas; tienen que estarlo. Si las dos alas estuvieran del mismo lado, el pájaro no podría levantar vuelo hacia el cielo. Deben estar en equilibrio, tie­nen que estar en direcciones opuestas, pero igual pertenecen al mismo pája­ro y le sirven al mismo pájaro. Tu in­terior y tu exterior son tus dos alas. Hay que recordar esto con mucha pro­fundidad, ya que hay una posibili­dad... de que la mente tenga una ten­dencia a quedarse estancada. 

Hay gente que se queda estancada en la plaza comercial y dice que no puede salir de ella y que no tiene tiempo pa­ra la meditación. Afirman que, aunque tuvieran tiempo, no sabrían cómo meditar y que no creen que sean capa­ces de hacerlo. Dicen ser mundanos: ¿cómo podrían meditar? Son materia­listas: ¿cómo podrían meditar? "Desgraciadamente, soy extravertido, ¿có­mo volverme hacia mi interior?", di­cen. Han elegido una sola de sus alas. Y, por supuesto, es natural que esto provoque cierta frustración. Con una sola ala, seguro que habrá frustración.

Por otro lado, hay gente que se cansa del mundo y escapa de él: acu­den a los monasterios y al Himalaya, se transforman en sannyasins, mon­jes. Empiezan a vivir aislados, forzán­dose a una vida de encierro en sí mismos. Cierran los ojos, cierran todas sus puertas y sus ventanas, se transfor­man en mónadas (sin ventanas) de Leibnitz y entonces se aburren.
En la plaza comercial, estaban har­tos, estaban cansados, frustrados. Se estaba transformando en un manico­mio; no podían hallar descanso. Ha­bía demasiadas relaciones y pocas va­caciones, no tenían espacio suficiente para ser ellos mismos. Estaban cayen­do en las cosas, perdiendo su esencia. Se volvían cada vez más materialistas y cada vez menos espirituales. Esta­ban perdiendo su rumbo. Estaban per­diendo la conciencia misma de existir. Huyeron. Hartos, frustrados, se esca­paron. Ahora, están tratando de vivir aislados, haciendo una vida introver­tida. Más tarde o más temprano, se aburren. 

Nuevamente, han elegido otra ala, pero otra vez eligen una sola. Éste es el camino de una vida asimé­trica. Han caído nuevamente en la misma falacia pero del polo opuesto. No estoy a favor ni de ésta ni de la otra. Me gustaría que fueras capaz de permanecer en la plaza comercial y, al mismo tiempo, de ser meditativo. Me gustaría que te relaciones con la gen­te, que ames, que te muevas en miles de relaciones (que te enriquecen) y aun así puedas cerrar las puertas y a veces puedas tomarte un descanso de toda relación, para poder relacionarte también con tu propio ser.

Relaciónate con otros, pero tam­bién contigo mismo. Ama a los de­más, pero también a ti mismo. ¡Sal! El mundo es hermoso, está lleno de aventuras; es un desafío, y te enrique­ce... ¡No te pierdas la oportunidad! Siempre que el mundo llame a tu puerta y te convoque, ¡ve! Enfréntalo sin temor: no hay nada que perder; tienes todo por ganar. Pero no te pierdas. 

No sigas más y más hasta perderte. A veces, retorna a casa. A veces, olvídate del mundo: esos son los momentos de medita­ción. 

Cada día, si quieres ser equili­brado, debes equiparar lo interior y lo exterior. Ambos deben tener el mismo peso, de manera que tu interior nunca se torne asimétrico.

Esto significa la afirmación del maestro zen: "Camina en el río, pero no dejes que el agua te toque los pies." Está en el mundo, pero no seas del mundo. Está en el mundo, pero no dejes que el mundo esté en ti. Cuando llegas a casa, llegas a casa: como si el mundo entero hubiera desapareci­do. 

Osho