sábado, 9 de mayo de 2009
La Verdad Original
Esa toma de consciencia de lo que habitualmente se cataloga como consciencia, nos acerca a lo que en terminología hindú se califica como supraconsciencia. Nuestra consciencia habitual de relación es superada por una atención, por una consciencia de si misma, que nos otorga una nueva forma de relación con nosotros mismos y con el mundo. Recordemos aquí las palabras que un poeta occidental eminentemente místico, Rainer María Rilke, expresa "Aprendo a ver. No se por qué, todo penetra en mi más profundamente, no permanece donde, hasta ahora, todo terminaba siempre. Tengo un interior que ignoraba." La consciencia ordinaria es superada por una consciencia superior a la que nuestros progresivos esfuerzos nos van acercando de forma más y más firme. Poco a poco encontramos un lugar habitable, más allá del pensamiento ordinario.
El dolor, el sufrimiento, forman parte de nuestra vida. También lo forman la alegría y la dicha. Entre ambos extremos, las más de las veces, en un estado intermedio de tibieza y vacuidad pasan nuestras horas y días. La alegría no nos preocupa cuando se presenta, el sufrimiento, si. Pero uno y otro son los extremos de un mismo estado. Vivimos ajenos a nosotros, a la naturaleza, a los demás. Solemos luchar por escapar del aislamiento, del ostracismo, de la soledad. Nos esforzamos por una convivencia con los otros seres humanos no tanto por altruismo cuanto por propia necesidad de compañía, de afecto, de amor. En rigor amamos cuando estamos necesitados de amor. Tanteamos continuamente ese equilibrio interior que nos dará la calma necesaria para el bien vivir. Pero pocas veces nos planteamos la consecución de esa armonía interna por el simple contacto y la experiencia directa de nosotros mismos, de nuestro propio cuerpo. Vivimos ajenos a aquello que como mucho consideramos soporte, siendo en realidad parte constitutiva esencial del ser. Y si vivimos ajenos a aquello que más es nosotros, nuestro cuerpo, ¿cómo no vamos a estarlo de los demás seres?, ¿cómo no vamos a sentirnos separados del resto de los hombres, si ni siquiera estamos unidos a nosotros mismos?
El yoga físico es la toma de consciencia minuciosa de nuestro cuerpo, es el acercamiento definitivo a nuestro propio ser, que se expresa y siente a través del esquema corporal. Esta experiencia es tan sorprendente que nos hace comprender la dualidad en que vivimos. El cuerpo deja de ser ese armatoste infernal que reclama necesidades para convertirse en parte integrante de la persona, en fuerte y expresión simultánea de la relación íntima del ser con el mundo.
Dr. Miguel Fraile (médico internista, yogoterapeuta, psiquiatra)
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