Profundicemos en el vínculo entre sufrimiento e irrealidad. La manera en que olvidamos la paz y claridad del “yo soy” puede dividirse en cinco aspectos. En sánscrito se les conoce como los cinco kleshas, causa fundamental de todas las formas de sufrimiento.
1. No saber qué es real.
2. Aferrarse a lo irreal.
3. Temer lo irreal y rehuirle.
4. Identificarse con un yo imaginario.
5. Temer la muerte.
En este instante, tú y yo estamos haciendo alguna de estas cinco cosas, aunque empezamos hace tanto tiempo que hemos asimilado el proceso por completo. Los cinco kleshas están ordenados en cascada. Una vez que olvidamos qué es real (primer klesha), los demás ocurren automáticamente.
Esto significa que para la mayoría de las personas, sólo la última —temer la muerte— es una experiencia consciente; por tanto, debemos partir de ahí y avanzar hacia arriba.
El temor a la muerte es una fuente de ansiedad que se extiende a muchas áreas. La manera en que nuestra sociedad glorifica la juventud y teme el envejecimiento, nuestra necesidad desesperada de distracción, la venta de cosméticos y tratamientos de belleza, el auge de gimnasios tapizados con espejos de cuerpo entero y la manía por las celebridades, son síntomas del deseo de negar la muerte. La teología intenta convencernos de que hay vida después de la muerte, pero como esa idea debe sustentarse en la fe, la religión obtiene obediencia blandiendo sobre nuestras cabezas la vida después de la muerte. Si carecemos de fe, adoramos al Dios equivocado o pecamos contra el correcto, nuestras posibilidades de ser recompensados después de morir se desvanecen. Los conflictos religiosos siguen suscitándose a causa de este asunto que provoca tanta ansiedad: los fanáticos preferirían morir por la fe que vivir aceptando que la fe de otro tiene derecho de existir. “Muero para que no puedas creer en tu Dios” es el legado más corrupto del quinto klesha.
Las personas no temen la muerte por ella misma sino por una razón más profunda: la necesidad de defender un yo imaginario. Identificarse con un yo imaginario es el cuarto klesha, y es algo que todos hacemos. Aún en un nivel superficial, las personas erigen una imagen fundamentada en el ingreso económico y el estatus. Cuando Francisco de Asís, el hijo de un acaudalado comerciante de seda, se despojó de sus ricas vestiduras y renunció al dinero de su padre, no sólo estaba privándose de sus posesiones terrenales sino de su identidad, aquello por lo cual la gente sabía quién era. Según su conciencia, era imposible acercarse a Dios por medio de una imagen falsa de sí.
La imagen propia está muy relacionada con la autoestima, y todos sabemos el alto costo que paga una persona cuando la pierde. Los niños que en la escuela primaria se sentaban en la última hilera y evitaban la mirada del profesor, rara vez llegan a discutir política externa o arte medieval porque muy temprano integraron en su imagen una impresión de ineptitud. Por el contrario, los estudios han demostrado que si a un maestro se le dice que un alumno es excepcionalmente brillante, ese alumno se desempeñará mejor en clase aún cuando su selección haya sido aleatoria. Los niños con bajo ci (coeficiente intelectual) pueden alcanzar mejores resultados que aquellos con alto ci si tienen la suficiente aprobación por parte de sus maestros. La imagen establecida en la mente del maestro es suficiente para convertirá un alumno mediocre en uno destacado.
La identificación con una imagen falsa de nosotros también provoca sufrimiento de otras maneras. La vida nunca deja de exigir más y más; las exigencias a nuestro tiempo, paciencia, capacidad y emociones pueden ser tan abrumadoras que admitir nuestra incapacidad parece ser lo más honesto. En la imagen equivocada de una persona está enterrada la terrible historia de todo lo que le ha salido mal. Los “No lo haré”, “No puedo hacerlo” y “Me doy por vencido” emanan del cuarto klesha.
El tercer klesha nos dice que aun con una imagen saludable de nosotros, rehuimos las cosas que amenazan nuestros egos. Estas amenazas están en todas partes. Yo temo la pobreza, perder a mi esposa, infringir la ley; temo hacer el ridículo ante alguien cuyo respeto quiero conservar. Para algunas personas, la idea de que sus hijos sigan un mal camino es una grave amenaza para la imagen que tienen de sí mismos. La frase “En esta familia no hacemos eso”, normalmente significa: “Tu comportamiento es una amenaza para lo que soy”. Sin embargo no nos damos cuenta de que hablamos en clave. Una vez que nos identificamos con una imagen, por instinto tememos que se derrumbe. La necesidad de protegerme de lo que temo es parte de lo que soy.
El segundo klesha dice que las personas sufren porque se aferran, no importa a qué. Aferrarse a algo es una manera de mostrar que tememos que nos lo quiten. Las personas se sienten violadas cuando un carterista huye con su bolsa, por ejemplo, o si al volver a casa descubren que alguien ha irrumpido en ella. En estas intromisiones, lo importante no son los artículos robados; las bolsas y los enseres domésticos pueden reemplazarse. Sin embargo, la sensación de daño personal suele persistir durante meses y años. Si jala el gatillo preciso, el simple robo de una bolsa puede hacernos perder todo sentido de seguridad personal. Dejamos de sentirnos invencibles. Alguien nos ha despojado de la ilusión de que somos intocables.
El sufrimiento tiene muchos matices y recovecos. La pista nos lleva del miedo a la muerte a un falso sentido del yo y a la necesidad de aferrarse. No obstante, en última instancia, la irrealidad es la única causa de todo el sufrimiento. El problema nunca fue el dolor. De hecho, es todo lo contrario: el dolor existe para que esa ilusión no pueda sostenerse. Si la irrealidad no fuera dolorosa, parecería real siempre.
Los cinco kleshas pueden solucionarse de una vez por todas si abrazamos la realidad única. La diferencia entre “yo soy mi sufrimiento” y “yo soy” es pequeña pero crucial. Este malentendido ha generado mucho sufrimiento. Si pienso que nací, no puedo evitar la amenaza de morir; si pienso que existen fuerzas externas, debo aceptar que pueden hacerme daño; si pienso que soy una persona, veo otras personas por todas partes. Todas estas impresiones son elucubraciones, no hechos. Las impresiones que creamos cobran vida propia mientras no las cambiemos.
Sólo se necesita un parpadeo de la conciencia para perder contacto con la realidad. En verdad no existe nada fuera del ser. Tan pronto como empezamos a aceptar este hecho, todo el propósito de la vida cambia. El único objetivo que vale la pena alcanzar es la libertad absoluta de ser uno mismo, sin ilusiones y creencias falsas.
El quinto secreto trata de cómo detener el sufrimiento. Hay un estado de ausencia de sufrimiento dentro de ti; es conciencia simple y abierta. En contraste, el estado de sufrimiento es complicado porque en sus intentos de luchar contra el dolor, el ego se rehúsa a ver que la respuesta podría ser tan sencilla como simplemente aprender a ser. Cualquier paso que des para dejar de aferrarte a complicaciones, te acercará al estado simple de la sanación. Las complicaciones se presentan como pensamientos, sentimientos, creencias y energías sutiles, manifestaciones de deudas emocionales ocultas y de resistencia.
Para este ejercicio, utiliza cualquier cosa de tu vida que te produzca una profunda sensación de incomodidad, malestar o sufrimiento. Puedes elegir algo que haya persistido durante años o que sea muy importante en tu vida en este momento. No importa si hay algún elemento físico, aunque si eliges un padecimiento físico crónico, no consideres este ejercicio una cura; estamos tratando con las pautas de percepción que te orillan a aferrarte al sufrimiento.
Durante el siguiente mes, siéntate a solas durante al menos cinco minutos al día, con la intención de despejar las siguientes complicaciones:
Desorden
El caos es complicado; el orden es simple. ¿Tu casa es un desastre? ¿Tu escritorio tiene pilas y pilas de trabajo?
¿Estás permitiendo que otros ensucien y desordenen porque saben que no los responsabilizarás de ello? ¿Has acumulado tanta basura que tu entorno es como un registro arqueológico de tu pasado?
Estrés
Todo el mundo se siente estresado, pero si no puedes desechar completamente tu estrés por las noches y regresar a un estado interno tranquilo, centrado y agradable, estás sobre-estresado. Analiza cuidadosamente las cosas que te producen tensión. ¿El camino a tu trabajo es estresante? ¿Te levantas demasiado temprano sin haber dormido suficiente? ¿Ignoras las señales de agotamiento? ¿Tu cuerpo está estresado debido al sobrepeso o a una falta total de condición? Haz una lista de las cosas que te provocan más estrés y trabaja para reducirlas hasta que sepas sin lugar a dudas que no estas sobre-estresado.
Sufrimiento empático
Infectarse con los padecimientos de otros provoca sufrimiento. Habrás cruzado la línea de la empatia al sufrimiento si te sientes peor luego de ser compasivo con alguien. Si honestamente no puedes presenciar situaciones negativas sin asumir un dolor que no es tuyo, sal de ahí. Perder de vista tus límites no te convierte en una “buena persona”.
Negatividad
El bienestar es un estado simple al que cuerpo y mente regresan de manera natural. La negatividad impide este regreso haciéndonos habitar en el malestar. ¿Chismorreas con placer sobre las desgracias de los demás? ¿Pasas tiempo con personas que se quejan y critican constantemente? ¿Ves todos los desastres y catástrofes que ofrecen los noticiarios de televisión? No tienes obligación de tomar parte en estas fuentes de negatividad; aléjate y presta atención a algo más positivo.
Inercia
Inercia significa dejarse llevar por viejos hábitos y condicionamientos. Sean cuales sean las causas de depresión, ansiedad, trauma, inseguridad o pesar, dichos estados perduran si adoptas una actitud pasiva. “Las cosas son así” es el lema de la inercia. Toma conciencia de que “no hacer nada” es, de hecho, la manera en que te has entrenado para dejar las cosas como están. ¿Te sientas y te abandonas al sufrimiento? ¿Rechazas consejos que podrían ayudarte, antes de considerarlos? ¿Sabes cuál es la diferencia entre aferrarse y airear genuinamente tus sentimientos con intención de sanarlos?
Examina la rutina de tu sufrimiento y libérate de ella.
Relaciones tóxicas
Sólo hay tres clases de personas en tu vida: las que te dejan solo, las que te ayudan y las que te lastiman. Las personas que te dejan solo consideran tu sufrimiento una molestia o inconveniencia; prefieren mantener su distancia para sentirse mejor. Quienes te ayudan tienen la fuerza y la conciencia necesarias para hacer con tu sufrimiento más de lo que tú puedes hacer solo. Quienes te lastiman quieren que la situación siga igual porque no les interesa tu bienestar. Analiza honestamente cuántas personas de cada categoría hay en tu vida. Esto no es lo mismo que contar amigos y familiares cariñosos. Valora a los demás únicamente según se relacionan con tus dificultades.
Luego de realizar un conteo realista, toma la siguiente actitud:
No volveré a contar mis problemas a quien prefiere dejarme solo. No es bueno para ellos ni para mí. No quieren ayudar, así que no les pediré que lo hagan.
Compartiré mis problemas con quienes quieren ayudarme. No rechazaré ofertas sinceras de ayuda por orgullo, inseguridad o duda. Pediré a estas personas que se unan a mí en mi sanación y haré de ellas una parte mayor de mi vida.
Pondré distancia entre mí y quienes buscan lastimarme.
No tengo que confrontarlos, hacerlos sentir culpables ni convertirlos en causa de mi autocompasión. Pero no me permitiré absorber su efecto tóxico, y si eso implica mantener mi distancia, lo haré.
Creencias
Examina los motivos posibles por los que quieres sufrir. ¿Rechazas que hay algo mal? ¿Crees que no mostrar tu sufrimiento te hace una mejor persona? ¿Disfrutas la atención que recibes cuando estás enfermo o afligido? ¿Te sientes seguro estando solo y sin tomar decisiones difíciles?
Los sistemas de creencias son complejos: mantienen el yo que queremos presentar al mundo. Es mucho más sencillo no tener creencias, lo que significa estar abierto a la vida tal como se cruce por tu camino, avanzando con tu inteligencia interna en vez de con juicios almacenados. Si estás bloqueado por tu sufrimiento y vuelves a los mismos viejos pensamientos una y otra vez, un sistema de creencias te ha atrapado.
Sólo terminando con tu necesidad de aferrarte a estas creencias puedes escapar de la trampa.
Energía y sensaciones
Confiamos en nuestros cuerpos para que nos digan cuándo estamos sufriendo dolor; y el cuerpo, como la mente, sigue pautas familiares. Los hipocondríacos, por ejemplo, consideran la primera señal de malestar como un mensaje claro de que están gravemente enfermos. En tu caso, también estás considerando sensaciones familiares y utilizándolas para confirmar tu sufrimiento.
Muchas personas deprimidas, por ejemplo, interpretan el agotamiento como depresión. Como no han dormido bien o han trabajado de más, interpretan la fatiga como síntoma de depresión. La manera de manejar estas sensaciones es despojarlas de la interpretación. En vez de estar triste, considera esto como la energía de la tristeza. Como el cansancio, la tristeza tiene un componente corporal que puede descargarse.
En vez de ser una persona ansiosa, maneja la energía de la ansiedad.
Todas las energías se descargan del mismo modo:
Respira profundamente,
permanece sentado en silencio
y percibe la sensación en tu cuerpo.
Percibe la sensación sin juzgarla. Sólo retenla.
Permite a los sentimientos, pensamientos o energías
Percibe la sensación sin juzgarla. Sólo retenla.
Permite a los sentimientos, pensamientos o energías
que quieran surgir que lo hagan.
Esto por lo general significa escuchar la voz de la ansiedad,
la ira, el temor o el dolor de haber sido lastimados.
Permite que las voces digan lo que quieran decir.
Escucha y comprende qué está ocurriendo.
Deja que la energía se disperse todo lo que pueda.
Deja que la energía se disperse todo lo que pueda.
No exijas una descarga completa.
Piensa que tu cuerpo soltará la energía acumulada que pueda.
Luego de unas horas, o al día siguiente, repite todo el procedimiento.
Éste parece un régimen muy estricto, pero lo único que se te pide es que dediques cinco minutos al día a cualquiera de estas áreas. Los pasos pequeños producen grandes resultados. La conciencia simple es la normal en la naturaleza; el sufrimiento y las complicaciones que lo mantienen en marcha no son naturales, y mantener toda esa complejidad es un gasto inútil de energía. Al esforzarte todos los días por alcanzar un estado más simple, estás haciendo lo mejor que alguien puede hacer para terminar con el sufrimiento: arrancar las raíces de la irrealidad.
Por Deepak Chopra
Muy bueno, me llego esta informacion como anillo al dedo :)
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